El rey se divierte by Victor Hugo

El rey se divierte by Victor Hugo

autor:Victor Hugo [Hugo, Victor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1832-01-01T05:00:00+00:00


Escena V

LOS CABALLEROS, luego TRIBOULET y después BLANCA.

BLANCA aparece en la puerta del primer piso, en la terraza; lleva en la mano una luz, que alumbra su rostro.

BLANCA.— Se llama Gaucher Mahiet el hombre que yo adoro.

PIEUNE.— Señores, allí está.

PARDAILLAU.— Es verdad.

GORDES.— Será alguna beldad vulgar.

PIEUNE.— ¿Te gusta, conde?

MAROT.— No es fea la villana.

GORDES.— Es un hada, un ángel, una diosa.

PARDAILLAU.— Pues es la manceba del hipócrita bufón.

GORDES.— Es un tunante.

MAROT.— La más hermosa siempre le toca al más feo, porque Júpiter se complace en cruzar las razas.

BLANCA se retira por donde ha salido y se ve la luz al través de la ventana.

PIEUNE.— Señores, no perdamos el tiempo. Resolvimos castigar a Triboulet, y con ese objeto hemos venido aquí provistos de una escala. Escalemos, pues, las paredes y robémosle a su compañera; llevémosla al Louvre, y que al levantarse mañana el rey se la encuentre en palacio.

COSSÉ.— Si el rey interviene en esto…

MAROT.— El diablo desenredará la trama.

PIEUNE.— Pues ea, manos a la obra.

GORDES.— Verdaderamente esa mujer es bocado de rey.

Sale TRIBOULET.

TRIBOULET.— (Vuelvo…, ¿a qué? No sé por qué vuelvo).

COSSÉ.— (A los otros). Señores, decidme si os parece bien que el rey sople la dama a todo el mundo. Querría yo saber lo que diría si alguno le escamotease la reina.

TRIBOULET.— (No puedo olvidarme de la maldición del anciano… ¡estoy perturbado!).

La oscuridad es tan densa que no ve a GORDES, con el que tropieza al pasar.

¿Quién es?

GORDES.— ¡Es Triboulet, señores!

COSSÉ.— Doble victoria; matemos al traidor.

PIEUNE.— Eso no.

COSSÉ.— Está en nuestro poder.

PIEUNE.— Sí; pero ¿quién nos divertirá mañana?

GORDES.— Nos estorbará.

MAROT.— Yo le hablaré y lo arreglaré todo.

TRIBOULET.— (Parece que hablan en voz baja).

MAROT.— (Acercándosele). ¿Triboulet?

TRIBOULET.— ¿Quién es?

MAROT.— No te asustes; soy yo.

TRIBOULET.— ¿Quién eres tú?

MAROT.— Marot.

TRIBOULET.— ¡Como está tan oscuro!… ¿Qué ocurre?

MAROT.— Venimos… ¿no lo adivinas?

TRIBOULET.— No.

MAROT.— Pues venimos a robar para el rey a la esposa del señor Cossé.

TRIBOULET.— (Respirando). ¡Ah! ¡Magnífica idea!

COSSÉ.— (¡Estoy por romperle la cabeza!).

TRIBOULET.— ¿Cómo os arreglaréis para llegar hasta su aposento?

MAROT.— (A COSSÉ). (Dadme la llave de vuestra casa).

COSSÉ se la entrega a MAROT y éste la transmite a TRIBOULET. El bufón tienta la llave y reconoce en ella el cincelado blasón del conde.

TRIBOULET.— Sí, ésta es; tiene tres hojas de sierra, que constituye su blasón. (Soy tan necio, que me había imaginado otra cosa). Pues si venís a robarla, ahí tenéis el palacio de su marido.

MAROT.— Con ese objeto venimos todos enmascarados.

TRIBOULET.— Pues dadme también una mascarilla.

MAROT le pone una máscara, añadiéndole una venda que le ata sobre los ojos y sobre las orejas.

¿Y ahora qué vamos a hacer?

MAROT.— Ahora nos sostendrás la escala.

Los caballeros suben por la escala, fuerzan la puerta del primer piso que da a la terraza y penetran en la casa. Poco después uno de ellos aparece en el patio y abre la puerta; luego el grupo de los caballeros baja al patio y franquea dicha puerta, llevándose a BLANCA, desceñida y despeinada, que resiste todo lo que puede.

BLANCA.— ¡Padre, padre mío! ¡Socorro!…

LOS CABALLEROS.— ¡Victoria!

Desaparecen llevándose a BLANCA.

TRIBOULET.— (Que se ha quedado solo al pie de la escalera).



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